La mayoría de las veces me dediqué a contar historias ajenas o simplemente escribí en tercera persona. Esta vez me voy a sincerar con todos, voy a abrir mi humilde corazón y contar mi historia. La historia de mi Hueso para hacer cucharita en el invierno.
Todo comenzó en el verano cuando yo estaba en plena campaña (porque no sólo la promulgo sino que la llevo acabo) y estaba con uno, pero que no me convencía, es decir, ni por casualidad lo iba a aguantar durante meses, pero eso es otra historia.
Entonces yo estaba haciendo memoria, buscando viejas agendas, y entre papeles me iluminé. Resulta que al muchacho en cuestión lo conocía hacía años, pero nunca habíamos establecido ningún vínculo. Hace un año por esas casualidades de la vida me lo encontré en un bar y me percaté de que seguía tan lindo como siempre, pero lenta y perezosa lo dejé pasar. Este año no.
Apelando a la causalidad me armé toda una estrategia, a la cual él cayó porque, vamos, es lindo, pero nunca deja de ser hombre. Y así fue como empezó todo.
Finalmente estaba ante mi futuro Hueso para hacer cucharita en el invierno, nada me ponía más contenta, me había sacado de encima al pesado del verano y lo tenía a él tan divino y tan indiferente como nos gusta a todas.
Pero, porque siempre hay un pero, lo que comenzó siendo salidas de Huesos por alguna razón terminó en ser esto que no sé que es. La cosa venía todo bien, nos veíamos los fines de semana a la noche, no más, no menos, porque yo debía generar cierto vínculo para el invierno… faltaban unos meses todavía, pero tampoco quería desperdiciar mi verano. No sé cuándo ni cómo mi estrategia se fue al tacho. En este humilde acto Regina se sincera con sus lectores, pone las cartas sobre la mesa y se abre el juego para el debate.
Tengo esto que no quiere saber nada con los compromisos, ustedes se dirán “genial, la mejor característica del buen hueso”, pero por otro lado me conozco a toda su familia, y no por voluntad propia, un día caía y “te presento a…”, otro día “ah, mirá quien llegó”- Mis caras se iban trasformando porque veía venir el inevitable desastre de la relación huesística.
A él le aterran términos tales como “relación”, “nosotros”, “novio”, “novia”, “juntos”, “pareja”, pero ya me puso un apodo, ooootro signo de cariño que en nada se relaciona con un buen hueso. A él bajo ningún punto le interesa conocer a mis amigos, salir con ellos, participar de mis actividades, pero yo me conozco a todos sus grupetes (de la secundaria, del barrio, de la facultad, del trabajo).
Podemos decir que es la contradicción personificada. Es incapaz de decirte algo lindo, pero quiere que me quede a dormir en su casa. En un arranque de berrinche me dice que “no soy tan importante”, pero después me abraza y me da la mano al caminar. A él le aterra la sola idea de venir a mi casa aún sabiendo que no va a haber nadie, pero me invita a cenar con su mamá y el hermano.
Él no quiere complicarse, por eso me complica la vida a mí. Tengo esto que no sé que es, que parecía ser el Hueso perfecto y es esto: el que te pide que hagas tu vida regularmente, pero quiere verte, y yo, tonta, me dejo llevar por esa barba colorada que tan bien le queda.
Tengo esto: un híbrido. Un híbrido que no me reprocha nada, que está bien bonito, que es más contradictorio que el posicionamiento político de Elisa Carrió. Tengo esto que no me rompe las pelotas y no es meloso o sofocante, pero me invita al cumpleaños de un amigo que termina siendo: cumpleaños de un compañero de la facultad + bautismo de la hija del cumpleañero + parejas casadas/juntadas con crios dando vueltas o a la espera de dar vueltas (historia que en otra ocasión desarrollaré porque no tiene desperdicio).
Tengo esto, ¡¿y ahora qué hago?!
Ha dicho, Regina Falange
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