Un Hueso en Nueva York

Hace mucho que quiero escribir de esto y nunca sé por dónde empezar. Creo que es un tema que da para que comentar bastante, anécdota va, anécdota viene…quizás con un mate o una birra y picada de por medio.
El tema de hoy es…los lugares donde intimar, haciendo especial énfasis en: el telo.
Qué lugar complicado, si los hay. Pero es totalmente inevitable a la hora de concretar con el hueso en cuestión. Esto es así porque muchas otras opciones no existen, a saber:
- En el auto, si es que el hueso tiene auto. Sí, OK, es un lugar copado para la fantasía de Kate Winslet y Leo Di Caprio en Titanic, con los vidrios empañados y la mano de ella que choca dejando su marca. PERO, este lugar tiene desventajas claras y evidentes: incomodidad (especialmente si nuestro hueso tiene un golcito, un corsita, un ka), dificultad a la hora de encontrar una calle poco transitada y oscura, mucho chivo (demasiado), contaminación auditiva por falta de amortiguadores, vecinos botones que llaman a la policía, etc.

- En el auto, si es que el hueso no tiene auto. Realmente no creo que sea recomendable esta opción. SALVO que el tachero sea copado y se prenda en la fiestonga.
- El departamento o casa del hueso. GENIAL. Siempre y cuando reúna las siguientes condiciones:
o Que viva solo. Y solo quiere decir SOLO. Nada de amigos, por más copados que sean… no da que entre en la habitación a buscar el desodorante exclamando “uds. sigan que yo no veo nada”…mucho menos que se escuchen los ronquidos del individuo en cuestión. Por supuesto, nada de familia. No hay nada más aberrante que despertarse una mañana, totalmente desorientado en un lugar en el que se la juega de visitante, con el grito de “chiquitoooooooooo, mi amor, vamos a comer” proveniente de su madre/abuela. Y mucho menos que su hermanito entre a la habitación y se lleve una sorpresa poco agradable y bastante traumática para su corta edad, donde debería reinar la inocencia, los duendes verdes y la cigüeña. Y sin estar bajo los efectos de la droga! (qué maravillosos son los niños)
o Que poseamos transporte propio o, en su defecto, que el lugar en cuestión no esté muy apartado de nuestro hogar. Puede llegar a ocurrir que la cosa no dé para más y que, por esas cosas de la vida, uno sienta las repentinas ganas de irse a la mierda. Y no da decir “llamame un remís”. Mucho menos que te lo digan. Por eso, si se pudre, o si simplemente no hay quórum (en honor a la noticia de moda, la sanción de la Ley de Medios “K” como denomina el Monopolio Clarín), uno simplemente agarra sus llaves, le da un besito en la frente a su acompañante y le dice “¿sabés qué? Me las pico”. Sin más.
o Que no se trate de uno de esos hombres anti-higiene, que pueden comer más de tres veces en el mismo plato (hasta dos es admitido, dado el estado de emergencia). Llegar a un lugar que se supone debe ser algo erotizante y sentir esa mezcla de olores (salsa, basura, marihuana, leche cortada, heces del perro) simplemente corta cualquier tipo de inspiración, por más buena onda que uno le pueda poner.
- El departamento o casa propia. Casi se repiten las mismas reglas que en el ejemplo anterior. Pero puede resultar algo peligroso si no queremos un individuo en nuestra cama toda la noche, y notamos que nuestro hueso se tiende en el lecho, desmayándose casi al instante, con pocas miras a despertarse hasta la mañana siguiente. Máxime si al mediodía siguiente hemos organizado un almuerzo familiar, con tío, tía, abuelo y abuela inclusive.
- Así que, finalmente, lo más frecuente es que terminemos en un telo. (N. de R. para nuestros lectores internacionales: dícese de telo al albergue nocturno donde concurren parejas a gozar de una noche de romanticismo y amor). Entre nosotros, muchachos y muchachas…¡qué caro que están los telos! Te dan una habitación con jacuzzi, ducha escocesa, baño sueco, sillones estrambóticos, sofá cama, colchón de agua, desayunador, frigobar, disfraces, servicio de habitación y resulta que el turno es de… 2 HORAS!! ¿Cómo se puede utilizar todo eso en tan poco tiempo y además dejar un rato para garchar? Conclusión: qué negoción ser propietario de un telo.
En fin, decía que este lugar es algo atemorizante al comienzo. Uno tiene todas esas cosas y no sabe cómo utilizarlas. Siente una necesidad indeclinable de prender y apagar la TV, la radio y las luces desde la cama. Luces verdes, verdes y amarillas, amarillas, amarillas y rojas…WOW qué buena combinación. PERO NO. Se reprime. Y se reprime porque generalmente con un hueso no se tiene la confianza que uno tiene con una pareja, para poder hacer esas cosas y no quedar como un pelotudo con la mentalidad de un niño de cinco años.
Así que comienza con los rituales del amor, queriendo aprovechar todos los espacios del “loft” (que en la puerta tiene un cartelito que dice “New York” y una piensa “ojalá que a mi hueso no se le caiga la torre”), queriendo hacer todas las poses habidas y por haber (porque claroooo… “estoy en un telo, la tengo que romper, esto no podría hacerlo en la cama de MAMÁ y PAPÁ, especialmente por esa cruz con Jesucristo que me observa y acusa constantemente”). Pero ¿qué pasa? Cuando estamos en la mejor parteeee…. “DING DONG, la casa le avisa que ha finalizado su turno”………AHHHHHH, ahí es cuando uno quiere terminar los trámites rápidamente y cuanto más apuro, más difícil se hace y más se retarda (probablemente no sea así en el caso de los hombres, pero creo que a las mujeres esa nos juega bastante en la cabeza).

Así que en fin. Aquí estamos ahora, a la vera de la ruta.
Algo es seguro: en este país, no se puede cojer en paz.

Salú,
Manjula