Costumbres de Hueso

Tengo una mala costumbre con los huesos. Debo confesarlo: siempre, por alguna razón, me terminan contando anécdotas con otros huesos/ novias/ loquesea. No es que me moleste en lo particular, de hecho, si esto pasa, es porque evidentemente les doy la confianza suficiente para sentirse libres de no ser juzgados/ ignorados/ callados en el medio de lo que están contando (y, por otro lado, inocentemente, ellos me dan material para el blog, muejejeje).

Pero este manual recomienda que es mejor no tocar temas de otros filitos con el hueso actual (y aún más, si la anécdota que te cuentan ocurrió, haciendo cuentas, cuando vos estabas dando ya vueltas por ahí…. Oh! Perdón!). Y, sí… eso me ha pasado… y supongo que me seguirá pasando por los días de los días. Una quiere que prevalezca la buena onda, y el “no compromiso” hace que de cierta forma puedas contar con la complicidad del otro. No digo que se convierta en “tu amigo con derecho a roce” porque eso es otra categoría, pero por lo menos yo siempre intento que las cosas sean lo más sinceras y naturales posibles. Ojo, esto puede salir maravillosamente bien, o provocar un colapso psicofísico instantáneo.

Es genial cuando uno está con su hueso y no piensa en ningún momento: “De esto no tengo que hablar”. Pero tampoco la pavada. Ja! Me ha pasado de tener uno que, se ve, eso dicen las lenguas, abusaba de esa libertad mental permanentemente. Transformando cada momento de diálogo (que por suerte no eran muchos más que de los otros que todos queremos!!) en un “no hay filtro, no hay filtro, no hay filtroooo, nenaaaaa, oh! Yeahhh!!”.

Igual todo esto es bueno cuando te cuentan de otras minas que vos sabés, al lado de ellas, sos la Lady Hueso. Tu autoestima salta hacia los techos, una vez más, pero sin necesidad de un push up a mano.

Algún domingo de verano, limpiando la pelopincho, con rejilla y lavandina en mano, un hueso me contó, cómo se levantó a una “señora mayor” (muchacho dixit) en el bondi, la invitó a una fiesta a la que ella no fue, pero se las arregló (ella) para contactarlo de otra forma. Hasta ahora, no había nada raro en su historia, es más admiré la valentía de la mujer de ir para adelante. Muy bien! Tienen su primer encuentro: noche, alcohol y el final sin histeriqueos que a todos nos gusta. Más aplausos!!

Pero, (lamento ya tener que poner esta conjunción adversativa) nuestra muchacha nos decepciona saliendo con un discurso otro al que tendría que haber tenido, mandando mensajes al estilo: “tengo muchas ganas de verte, no tengas miedo si a vos te pasa lo mismo, bebé”. (¿Por qué la gente usará esta palabra???) La mujer se ve que quería algo más y lo demostraba con este método poco persuasivo. (Acá es cuando mi autoestima se eleva, el solo hecho de saber que no estoy tan desequilibrada, y puedo tener una relación con alguien sin acecharlo con un hacha en la mano.) ¿Cómo sale él de esta incómoda situación? Le dice algo del estilo: "Quería el juguete, pero cuando lo tuve, me quedé jugando con la caja”. Sí, sí, yo dije que no tenía filtro alguno. Y no me van a creer, pero después a él le llamó la atención que ella no respondiera nunca más a sus mensajes. Jua!

Parece poco, y no digno de subir nuestra autoestima lo que hacemos día a día para que sigan habiendo intercambios comunicativos positivos con nuestros huesos, pero no, señores, oyendo cosas así, queda 100% demostrado que ser buenos huesos hoy día cotiza alto.

Minujín, Marta

*dedicado a los huesos con la opción con o sin filtro que hacen que una no entienda nada.