El delgado cartílago que separa a un hueso de un novio

A raíz de nuestra nueva sección estelar de "consejuesos", hemos tomado más contacto con nuestros lectores que, en definitiva, representan al pueblo argento y de sus alrededores. Sepa apreciarse lo difícil que resulta para las estrellas el hecho de entrelazarse con la prole y sentir empirismo para con ella. Pero, al fin, lo hemos logrado. Y en virtud de alguna pregunta recurrente, como la formulada recientemente por Lulú, me ha suscitado un interrogante: ¿cómo y cuándo dejar en claro la voluntad de tener un hueso y no un novio?

Me puse a reflexionar y recordé cuando éramos chicas. Nosotras no queríamos tener un hueso, porque aún creíamos en el príncipe azul... por eso, antes de que "ese" chico nos diera el primer y tan ansiado beso, un segundo antes, lo frenábamos con una mano, cual Cristina Fernández de Kirchner diciendo "por favor", y le preguntábamos: "Pará..¿y después, qué?"


Esta puede ser la primera opción, aunque deben reconocerse sus limitaciones. En primer lugar, resulta algo aterradora para el muchacho en cuestión y, por cierto, muy poco romántico y cortamambo. En cierto punto, me hace recordar al "pará, pará...si no hay triki triki, no hay bam bam"

¿Deben hablarse las cosas antes de tiempo, o es más conveniente dejar que fluya?

Supongamos que antes del primer beso, dejamos bien en claro que nuestra postura es huesear. No necesariamente tiene que ser un segundo antes al modo CFK, puede demostrarse mediante mensajes subliminales o acciones de vida. ¿Qué pasa si el otro no está de acuerdo? ¿Nos vamos a quedar con las ganas?

Supongamos ahora que el planteo es el contrario: sentar cabeza, ponerme de novio, casarme, concebir hijos, formar una sociedad conyugal y liquidarla cuando la muerte nos separe, para entonces heredar la mitad de los bienes gananciales en carácter de socio y
concurrir con mis hijos a la sucesión del papá por partes iguales..¿Qué pasa si la cosa simplemente no funciona? ¿Si no me banco que sea un goma? ¿Si deja el jabón lleno de pelos? ¿Si la tiene así de chiquitita? ¿Es válido ese pacto pre-besístico cual contrato oneroso cuyo cumplimiento se puede exigir?

Supongamos, luego, que la cuestión se plantea al revés: queríamos huesear, pero la cosa se fue dando de un modo impensado y nos terminamos enamorando. ¿Seremos lo suficientemente humildes como para reconocérselo al hueso? ¿O tendremos miedo a que el otro nos diga "nooo, querida, yo estoy fenómeno así, en mi carácter de mero hueso"?
¿Qué pasa si a ambos le pasa lo mismo, pero nadie lo dice por orgullo y pavor al
espanto ajeno? ¿Nos estaremos perdiendo al amor de nuestras vidas?
Dicen que el tren pasa sólo una vez...


Como consecuencia de todo lo desarrollado precedentemente, mi humilde opinión, que
quizás resulte un poco anti-ayuda, es que NUNCA deben dejarse las cosas claras desde el comienzo. Cuanto más turbio resulte todo, mejor. Juguemos al misterio. Disfrutemos. Vivamos la vida.




Si todo sale mal, sólo habrá sido otro hueso de nuestra larga lista. Y si todo va bien, no temamos enamorarnos. Pero NUNCA JAMÁS, pase lo que pase, abandonemos este blog.
Hay que estar precavidos.

Salú,

MANJULA

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Post dedicado a mi fan club, que ya se vislumbra en los comentarios de los consejuesos.
En sus caras, compañeras!