Cuando un amigo se va...

Hemos insistido infinitas veces que un hueso no puede (ni es) tu amigo. Pero me encuentro en un dilema, en una paradoja, en una contradicción moral (¿?) ¿Puede suceder al revés? ¿Puede un amigo convertirse en tu hueso? Claramente que sí… ha sucedido y seguirá sucediendo hasta el fin de los tiempos.

Veamos un caso, verídico y personal, para acercarnos a una posible conclusión de por qué nos sucede esto, hombre y mujeres del mundo.
Tu amigo sabe todas tus penurias amorosas, huesísticas y de la vida en general. Y como sabe eso, también sabe que ebria tendés a lo gauchita y si estás sobria, sabe que es muy fácil embeberte. Todo para esperar el momento justo para entrarte. Total es un amigo, de esos de hace años que conoció a tu novio (cuando tenías) y a algún que otro hueso que tuviste luego, y cuenta con la ventaja de saber que no puede venir nada serio. Espera la noche justa para invitarte al bar de siempre a bailar y brindar por la alegría de la amistad. Un desliz lo tiene cualquiera. Y una noche de diversión y un vaso de agua no se le niega a nadie. Completamente consciente (bueno, dentro de lo posible después de varios litros de cerveza) entrás en el juego.

Pero ¿cómo es que este amigo se convierte en tu hueso asiduo? Hay varias posibilidades (y todavía no logro explicar mi caso con ninguna de estas): o la sequía se ha vuelto ya causa de hambruna mundial/mortal o, en realidad, tu amigo está preparado para pasar definitivamente a la categoría de hueso por y para siempre. Porque la vuelta atrás, queridas y queridos, reconozcamos, es harto complicada. Queda una tercera posibilidad, la más romántica y rosa de todas, que es que este muchacho termina siendo el gran amor de tu vida. Pero no sé si es el clima frío o mi adolescencia poco romántica o que no me gusta Ricardo Arjona (que seguro tendría unos maravillosos versos con unas rimas asonantes divinas para ponerle a esta historia, veo si lo llamo en la semana para proponérselo) que me hace ver muy poco probable esta última posibilidad. Aunque es cierto, del amigo nos podemos enamorar, del hueso (que nació siendo hueso) tratemos de evitarlo.

Pero un amigo, en mi opinión y experiencia, mucho no puede durar como hueso, porque por algo es tu amigo: lisa y llanamente no te mueve un pelo. Sólo, por supuesto, con dosis importantes de alcohol en sangre, donde el cariño y la necesidad se conjugan milagrosamente. En cambio, el hueso, con solo verlo entrar al bar o con solo bajarte del bondi y ver que está esperándote… toda posibilidad de, esta vez, hacerlo desear un poco se va al tacho en una milésima de segundo.

Oh!! Sii!!! Larga vida a los huesos!!! ( y que sea tu amigo el que te aguante cuando te quejes de ellos…)

Minujin, Marta

*Dedicado a todos los que día a día tratamos (aramos dijo el mosquito) de combatr el frío del invierno apostando a la cucharita.